Los primeros rayos de sol de la mañana iluminaban el campo de batalla al mismo tiempo que iluminaban la mesa de juego. El primero estaba cubierto de soldados caídos, armamento, y enemigos jurados batiéndose en duelo; la segunda de papeles, dados, y lápices. En el centro del conflicto, Edan, antitribu de los Tzimice y heraldo de los antediluvianos, chocaba su espada contra la de Rufus, de la tribu Garou de los Fianna y enemigo jurado del Wyrm. Ambos llenaban el espacio entre ellos de amenazas y súplicas por detener el conflicto, ya que son viejos amigos y antiguos aliados, puestos en bandos antagónicos en el último momento, el momento decisivo. Las palabras que exclaman los personajes salen a gritos de las voces de mis amigos Juan y Chewie, respectivamente, y yo me siento detrás de mi pantalla del narrador, con una sonrisa de oreja a oreja, sus gritos dando fe de un trabajo bien hecho de mi parte, sabiendo que esta es una historia que recordaremos por años.
¡Quihubo, randomita! Bienvenid@ a otra entrada del Blog Random, que ya estaba medio abandonado.
Leíste al inicio uno de mis momentos favoritos jugando un juego de Rol. Mencioné brevemente acerca de este momento en el último episodio de la hora random, “Los seres humanos somos suavecitos” (vas, escúchalo pa’ entenderle un poco más a esta entrada, y también para escucharnos cantar “It’s a wonderful world”, de Louis Armstrong), cuando Chewie y Juan me obligaron a terminar una historia para ellos, y yo, gustoso, accedí. Esa plática me dejó pensando acerca de las otras cosas que los juegos me enseñaron sobre mí. En el podcast comenté cosas un tanto esperanzadoras pero, al igual que en un buen rol de canela, a veces te puedes encontrar con las amargas, amargas pasas de cosas de ti mismo que no te gustan. Ok, esa analogía suckea, pero guácala con las pinches pasas.
¿En qué mente enferma cabe tal maldad?
“¡Hola, que tal, venimos a matar a tu jefe!”
Escenario: Mi personaje es reclutado por una facción de mercenarios renegados para una misión que involucra un asesinato político a un gobernador corrupto y poderoso. La misión, por obvias razones, incluye un extensa exposición de instrucciones y datos para contextualizar, porque aparentemente el asesinato político es un tema delicado (¿quién lo hubiera dicho?). En algún punto entre “este es su objetivo, y estas sus condiciones” y “ok, ya están en el lugar donde vive su víctima”, voló una mosca. Y esa mosca me hizo pensar sobre si yo pudiera volar. Y eso me hizo pensar si tuviera superpoderes. Y eso me hizo pensar sobre si otra gente tuviera superpodOK CHEPE, VAS, ¿QUÉ LE DICES AL GUARDIA?
Verás, querido randomita, al parecer en el tiempo que ponderé las implicaciones existenciales del vuelo de la mosca, me perdí de información importante que (ahora lo sé) contenía cosas como “Les tenemos preparadas identidades falsas como empleados de su objetivo, para que puedan infiltrarse en sus instalaciones, acercarse a él, y llevar a cabo la tarea de manera sigilosa”, además del (aún más importante) “YA NO ESTÁN EN LA GUARIDA DE LA FACCIÓN MERCENARIA”. Yo salí de mi trance viendo un guardia que estaba esperando que yo hablara, y lo único que se me ocurrió decir fue.
Hola, que tal. Estamos contratados por (nombre de la facción de asesinos mercenarios), y tenemos la misión de matar a (inserte aquí nombre del dude).
Silencio incómodo.
Violencia inconmensurable (pero breve, éramos pocos).
Misión fallida. Por culpa de una mosca.
… chingaus…
Screw you, mosca! Primero nos arruinas un capítulo de Breaking Bad, y ahora esto…
Lección: Querido randomita, la lección es simple y llana. SE ME VA EL PEDO. Mucho, y frecuentemente. Y en ese momento, en el que mi mente parece estar llena de caricaturas mudas de los 50’s, pueden pasar cosas importantes. Muy importantes. Quizá debería hacerme de la costumbre de preguntar “perdón, ¿qué dijiste?” en lugar de simplemente asumir que lo que se dijo no fue “Sergio, corre, el edificio está en llamas”, y seguir con mi vida. Ahora que aprendí mi lección tal vez pued¡NO MAMES MIRA, UN PUG DISFRAZADO DE ARIEL!
¿De qué estaba hablando?
“Me aviento a sus fauces”
Escenario: De esta ya hablé un poco en el podcast (de nuevo, escúchalo). Mi personaje y el resto del equipo estaba siendo atacado por… algo (francamente no recuerdo qué, pero recuerdo que era grande). Llega mi turno, me preguntan qué voy a hacer, y veo mi hoja de personaje, con un par de armas aburridas. Tengo sueño, y estoy algo simple.
“¿Qué haces, Chepe?”
“… me aviento a sus fauces”
“… que?!”
“… eso… me aviento a sus fauces…”
A decir verdad no estaba del todo seguro a dónde llevaba ese plan, pero confiaba en que algo se me ocurriría. Y resulta que sí, mi personaje podía cambiar su forma y hacerse de cualquier material, tons una bola de picos en el estómago de la bestia hizo el trabajo. Pero esa no era la única peculiaridad de mi personaje, querido randomita. Oh, no, no lo era. Mi personaje no podía morir. Bueno, si podía morir, pero resucitaba al día siguiente, constantemente. Y eso me llevó a hacer un sinnúmero de planes suicidas a lo largo de la crónica. Era como Kenny de South Park, si tuviera un sentido del humor retorcido.
¿Qué tan difícil será pelear con un tigre? Bueno, sólo hay una forma de averiguarlo…
Lección: Al parecer, la única razón por la cual tengo cualquier asomo de respeto por mi propia integridad física es porque mi muerte es una posibilidad. Si no fuera así, quizá sabría lo que se siente saltar de un avión en movimiento, o sabría si puedo luchar contra un lobo o no. ¡El instinto de supervivencia me ha privado de tantas experiencias maravillosas! Then again, esas experiencias probablemente duelen. Mucho. Pensándolo bien, me chutaré otra temporada de Dr. Who en Netflix en vez de patear las gónadas de un oso grizzly.
Ganar-Ganar, opina este oso
“No sé qué es, pero sé que es mío”
Escenario: Otro de mis personajes era un mago que cuando no tenía misión salvando al cosmos de los malvados agentes tecnócratas, cuidaba de su tienda de libros (que también era su hogar). Un buen día, recibe a un cliente, y este cliente se logra colar en una sección en la que no estaba permitido entrar, y se roba un libro.Enfurezco. Cabe mencionar, querido randomita, que este era mi personaje más viejo, lo cual significa que era el más poderoso. Estamos hablando de un personaje capaz de disparar relámpagos de fuego de las puntas de sus dedos, volverse invisible con sólo pensarlo, o teletransportar tu hígado a Timbuctú con un par de palabras bien coordinadas.
Y este bastardo se había robado algo suyo.
Lo que siguió fue una odisea de recuperación que involucró descubrir una civilización oculta, reunir alianzas de sociedades juradas en enemistad, y luchar contra el dios autoproclamado de todas las anteriores.
¿Qué chingaos tiene eso que ver con el libro? Pues, resulta que este libro era parte de la colección personal de mi personaje, un tomo que podría ayudar al ladrón a alcanzar el estatus de dios que buscaba.
Lo curioso, randomita, es que YO NO SABÍA ESTO.
El narrador puso puntos en la historia en los que yo pude haber intentado averiguar exactamente qué era el libro que perdí, con la idea de que eso me motivara a seguir con la historia. Simplemente nunca me molesté en averiguarlo. Era superpoderoso, y un vato todo shirgo se robó mi libro. Y pues OH, NO, YOU DIDN’T!
I’ll whoop yo’ ass, beyatch!
Lección: Si tuviera poderes mágicos, enfermaría de poder. Nadie se podría meter conmigo, tons no permitiría absolutamente nada. Estaría dispuesto a destruir dioses por algo que, aunque no sé qué es, SÉ PERFECTAMENTE QUE ES MÍO. Basicamente, todos deberíamos estar agradecidos de que no puedo escupir fuego, porque es lo único que me detiene de convertirme en Smaug. Y Smaug no escribiría entradas en el blog Random.
Pinche enano, se llevo mi… cosa… brillosa… esa. ¡LA NECESITO DE VUELTA!
Y bueno, randomitas, ahora saben un poco más de mi. No cosas buenas, quizá, pero ahora las conocen. Este es el punto donde les preguntaría si ustedes han tenido experiencias similares jugando juegos de rol, pero no estoy seguro de que hayan jugado juegos de rol. Independientemente, si algún día se les antoja intentarlo, díganme, y yo me apunto. Podrían aprender una cosa o dos acerca de ustedes mismos. O no, tal vez mejor no…